Cuando introduces la cuchara para cruzar la barrera del caramelo y llegar a tu destino final, sabes que estás a punto de disfrutar de un auténtico placer para el paladar.
Pon a remojar las hojas de gelatina en agua fría durante diez minutos para hidratarlas.
Mezcla con una varilla la nata para montar y 50 gramos de azúcar en una olla a fuego medio (6 en vitrocerámica). Una vez estén bien mezclados, añade la cucharada de vainilla.
Cuando la mezcla esté comenzando a hervir, añade las láminas de gelatina y remueve hasta que se disuelvan.
Apaga el fuego y deja que se enfríe la mezcla un rato a temperatura ambiente. Luego sírvela en vasos y mételos en la nevera durante 3 horas para que la panna cotta coja textura y cuaje.
¡A por el caramelo! Vierte 100 gramos de azúcar en un cazo y ponlo a fuego medio (6 en vitrocerámica). No remuevas el azúcar, agita ligeramente el cazo por el mango mientras el azúcar va cogiendo color. Una vez empiece a hervir, le añades, primero, la mantequilla, y, luego, la nata.
Cuando el caramelo esté listo, déjalo a enfriar a temperatura ambiente.
(3 horas después) Una vez esté cuajada la panna cotta pones el caramelo encima (la cantidad a tu gusto) y lo dejas otro rato en la nevera.